Sintió que la pistola le quemaba;
más por lo que había hecho, que porque acababa de ser disparada. Abdiel nunca
había asesinado a nadie y nunca hubiera querido hacerlo. Sin embargo, no tuvo opción.
Mató a Mauro pensando en salvarse, en salvar al mundo. No obstante, eso no era
un consuelo y la culpa lo consumía, sobre todo no soportaba la mirada de
reproche de Artemisa.
Dejó caer la pistola al piso. El
peso lo venció. Se inclinó cerca del cadáver de Mauro y suplicó comprensión. “Lo
tenía que hacer”, es lo único que podía decir, dentro de su perturbación.
Artemisa intentaba comprenderlo, pero una vida se había consumido. No
importaban sus culpas ni responsabilidades, pensaba que Mauro no merecía morir
así. “Lo tenía que hacer, lo tenía que hacer”, era lo único que Abdiel repetía.
Esa mañana Abdiel se preparaba para
ir a la oficina. Desde que su papá había fallecido, el trabajo había aumentado
en la empresa y sus responsabilidades más. Recibir una llamada de Artemisa lo
inquietó, pero nunca se le negaba. Respondió. Escuchó atentamente su llamada de
auxilio. Estaba con Mauro, su ex novio. Abdiel conocía la historia y no sentía
celos por él, pero sus instintos no lo dejaban tranquilo.
Artemisa lo citó en casa de Cora.
Abdiel decidió ir. Se tomó un tiempo para arreglar sus asuntos de trabajo y se
preparó para salir. En su habitación, mientras se alistaba, tuvo una visita
inesperada. Era Alceo, al que tenía un tiempo sin ver. Parecía perturbado,
confundido y algo aturdido. Daba vueltas por la habitación. Ya no se molestaba
en presentarse y los nervios no le permitían cumplir con cordialidades.
–
Las cosas están cada vez peor – indicó
alterado Alceo – ¡Ya no hay tiempo!
Abdiel
se detuvo ante el anuncio de lo peor. Escuchó atentamente. Esperaba algo que le
devolviera la tranquilidad, cuando creyó que todo había acabado. Fue una ilusión,
lo sabía; sin embargo, fue demasiado breve. Quería disfrutarla más, pero se
acababan las oportunidades. Así que, por ese momento, sólo le quedaba escuchar.
–
Ignotum se ha desatada. Está libre – explicó
Alceo –. Cualquier individuo que decida obedecer la alerta que aparece en su
computadora cuando el virus ha encontrado como entrar, podrá controlarlo en
contra de quien desee. Nuestra ventaja es la ignorancia, pero nuestro peor
enemigo también. La poca información, mezclada con mucha curiosidad es tan
riesgosa como el que sabe y pretende controlarlo.
Abdiel
se quedó pensativo. Necesitaba acomodar sus ideas. Artemisa le había contado
que Mauro había activado el virus. Lo que decía Alceo era verdad, pero se
sentía peor al descubrirlo, porque no sabía qué hacer. Necesitaba respuestas.
No dimensionaba con exactitud el peligro que representaba para todos, pero
creía.
–
Hay algo peor – prosiguió Alceo –. Ignotum
no solamente es un conjuro para acabar con los enemigos de los que lo activan.
Es mucho más que eso. Los espíritus oscuros no conceden favores sin obtener beneficios.
Simplemente se aprovechan de las debilidades humanas para poder entrar a este
mundo. Eso es lo que están logrando con Ignotum. Crearon un portal del mundo de
los muertos hacia esta dimensión con una sola dirección: quieren entrar y
regresar a la vida. No hay regreso.
–
Quiero entender, pero no puedo – confesó
Abdiel – ¿Qué va a pasar?
–
Los muertos quieren entrar a este mundo a tomar el lugar de los vivos y no son
las almas buenas las que quieren regresar. Ésas están conformes en donde están – complementó Alceo –. Las que quieren tomar
esa vía, son almas perversas que en vida se dedicaron a dañar al que pudieran y
ni así quedaron conformes. Vienen por todo y ahora con más fuerza. Ni siquiera
Marcial Peniche sabe con exactitud lo que ha provocado. Sólo se concentró en
sus ambiciones personales. Pero, ha dado acceso a la oscuridad.
–
Entiendo la complejidad del asunto y me preocupa – antepuso Abdiel–. Sin embargo, no logro
comprender como lograrán entrar esos seres malignos que mencionas.
–
Cuando se cumplió la primera fase, es decir, cuando Marcial Peniche logró su
plan y no morir, en ese momento se abrió el portal. El virus ha quedado
liberado y buscará la manera de entrar al sistema personal de cada usuario de
la Internet y perturbarlo hasta que se atreva a usarlo.
“Actúa
de la misma manera. Un archivo es enviado al enemigo en cuestión y al abrirlo
muere de un paro cardiaco. Sin embargo, el que lo activa, ya no tiene que
suicidarse; pero tampoco queda inmune. Se convierte en un receptor. A partir
del momento que su plan se consuma, un alma tendrá acceso a él y le absorberá la
energía hasta matarlo. Tomará su lugar, pero no se materializará, simplemente
se hará más fuerte y más libre”.
“A
partir de ese momento, podrá tomar las almas que se le antojen hasta que logre
regresar a la vida y entonces será peor cada vez. Su poder se hará más fuerte
hasta que no haya algo que lo detenga”.
–
Sí eso ya sucedió, ¿cómo lo podemos detener? – preguntó Abdiel –. Es decir, si alguien ya ha tenido acceso al
virus, ¿cómo le hacemos para cortar esa conexión con el mundo de los muertos?
–
Si alguien ya está en esa fase, lo más seguro es que sea perseguido por un alma
oscura y haya iniciado el proceso. Cuando esto ya ha pasado, la única manera es
eliminar al portador del virus; es decir, matar al que lo activó. Es la única
manera de acabar con la conexión.
Escuchó
atentamente el último mensaje y no preguntó más. Se despidió de Alceo de la
única manera que podía, saliendo de su propia habitación. Se dirigió al
despacho de su padre y tomó la pistola que guardaba tan celosamente y la
sostuvo entre sus manos. No tardó mucho en decidir lo que tenía que hacer. Su
motivación era no vivir en un mundo dominado por la oscuridad. Le habló a Pedro
y quedaron de verse en la casa de Cora para cortar las raíces del virus.
Llegaron
de improviso, en un momento poco oportuno. Abdiel disparó y Mauro murió en la
estancia de casa de Cora. Abdiel pudo explicar y Artemisa entendió, pero le
dolía perder a quien consideraba un amigo. No era culpa de Abdiel, la ambición de
Mauro había sido su asesina.
–
Esto no arregla todo, solo lo detiene momentáneamente – señaló Abdiel recordando la última
advertencia de Alceo –. Si queremos evitar que la oscuridad nos invada, tenemos
que pararlo; sin embargo, sólo es posible desde el mundo de los muertos y hasta
ahí tenemos que llegar.
IGNOTUM (Novena entrega)
IGNOTUM (Décima entrega)
IGNOTUM (Décima primera entrega)
IGNOTUM (Décima tercera entrega)
IGNOTUM (Décima entrega)
IGNOTUM (Décima primera entrega)
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