viernes, 12 de agosto de 2016

IGNOTUM (Tercera entrega)



Despierta Artemisa”, fueron las palabras que escuchó una vez que estuvo consciente. Reconoció la voz que la llamaba, pero se le hacía extraño. Era Abdiel, estaba segura, pero no quería despertar y enfrentarlo. Artemisa no tenía idea de donde se encontraba en ese momento.
Quiso aferrarse a la idea que despertaría y que todo sería como antes de que empezara todo, seis meses atrás. Era un día como cualquiera para Artemisa, al menos eso es lo que creía. Se levantó de la cama y se dispuso a vestirse para bajar a desayunar. Esa mañana no tendría que ir a la universidad, era la fecha de exámenes ordinarios y, como era su costumbre, había exentado todas las materias.
Un sonido familiar insistió en su habitación. Se acercó a su celular, intrigada de recibir un mensaje tan temprano, pero no resistió la tentación. Era de Abdiel, quien simplemente le escribía: “¿Ya checaste las noticias?”. Artemisa se preocupó un poco. No era común que su novio le enviara un mensaje de ese tipo y no se contuvo la curiosidad.
Revisó en sus redes sociales. Hacía mucho que no acudía a los diarios o a los medios convencionales para enterarse de lo que sucedía en su mundo: el Internet le ofrecía todo. Una noticia impactante estaba en el muro de casi todos sus contactos, estaba convencida de que era a la que se refería Abdiel. El titular recurrente era: “Cinco de los empresarios más importantes de la ciudad, murieron anoche”.
Lo extraordinario, en realidad, no era que cinco hombres hayan muerto en una noche; sino que todos murieron de un paro cardiaco, al mismo tiempo, pero ubicados cada uno en sus oficinas o residencias. No era común una situación así en una ciudad tan tranquila, tampoco se trataba de un ataque terrorista o asaltos aislados; al parecer las muertes habían sido naturales y estaban confirmadas todas.
Artemisa tuvo una gran impresión. Se terminó de vestir apresuradamente y salió de su habitación. Habitaba en una mansión grande, pero había permanecido ahí sus 20 años de vida y no solía perderse. Buscó a su padre por todos los rincones hasta que lo halló en la biblioteca. Don Bernardo se encontraba abatido, sentado en su escritorio y con la mirada puesta en los periódicos. Al escuchar la puerta, miró a Artemisa. Ella lo notó muy angustiado y con los ojos llorosos. Quiso acercarse, pero él la detuvo.
– Perdóname, hija – suplicó –. Todo esto ha sido mi culpa.
            Dicho esto, Don Bernardo sacó una pistola de su escritorio y, sin que Artemisa pudiese evitarlo, se disparó. La muerte también había llegado a la vida de la joven y no había nada que hacer al respecto. Despertó en su nuevo mundo, en su nueva realidad y miró a Abdiel. La observaba con ternura, no había rencor en él; así que lo abrazó lo más fuerte que pudo.
– ¿Estás bien? – preguntó Artemisa preocupada.
– Ya no tengo que preocuparme por eso – respondió sonriente.
– Yo… no quería… lo siento – intentó disculparse.
– No te preocupes – trató de calmarla –. Ahora lo entiendo todo. La que no está muy contenta es Edna.
– No es de extrañarse – dijo Artemisa con ironía –. Edna nunca está contenta.
            Artemisa se puso de píe y observó el panorama que estaba frente a ella. Era un mundo lleno de sombras, de tonalidades grises y el único sonido que se escuchaba era la brisa al chocar con las edificaciones viejas, pero estables.
– ¿Dónde estamos? – cuestionó Artemisa con cierto miedo.
– En donde teníamos que llegar  – dijo Abdiel mientras le tomaba la mano –. En el mundo de los muertos.

IGNOTUM (Primera entrega)  
IGNOTUM (Segunda entrega)


IGNOTUM (Cuarta entrega)

IGNOTUM (Quinta entrega)

IGNOTUM (Sexta entrega)

IGNOTUM (Séptima entrega)

IGNOTUM (Octava entrega)




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