viernes, 26 de agosto de 2016

IGNOTUM (Quinta entrega)



           Después de los decesos de los empresarios, todo parecía estar en paz, hasta que dos semanas después hubo tres muertes con las mismas características. El rumor es que el virus Ignotum había atacado de nuevo. Artemisa  intentó destruir todo el rastro del mismo, pero ya era demasiado tarde. Se había esparcido.
       El miedo era tal, que muchas personas habían dejado de abrir sus correos electrónicos. Incluso hubo quienes hasta dejaron de usar la computadora. Cualquier cosa electrónica parecía una amenaza y, lo peor de todo, es que no había una estrategia para detenerlo. Los líderes del mundo no tenían idea a lo que se enfrentaban y preferían permanecer ocultos en sus residencias de seguridad.
            Abdiel escuchó la noticia en una televisora local y percibió el caos que se generaba por la reacción de la gente. Le giró la cabeza, con un extraño mareo que lo remontó a sus recuerdos una noche después de la muerte de su padre, cuando tuvo como visitante a Alceo. Aquel hombre oscuro se había presentado sin previo aviso, para dar una advertencia. Sin embargo, Abdiel lo había ignorado.
            “No fue un accidente”, le repitió con insistencia. “Y a eso que llaman virus, no tiene nada que ver con las redes, ni los correos electrónicos. Ningún hacker será capaz de descifrarlo y mucho menos crear un antivirus. Eso que ustedes llaman Ignotum, no es más que una maldición de la más oscura magia”.
            Sin embargo, Abdiel decidió no escucharlo. Lo corrió con terribles amenazas hasta que Alceo desapareció. Le atribuyó su presencia a que había pasado dos noches sin dormir y al dolor por la muerte de Don Gregorio, su padre. No obstante, empezaba a tener sentido esa advertencia.
            Abdiel regresó de sus recuerdos y se sintió sostenido en los brazos de un hombre más alto que él. El hombre lo detuvo cuando perdió el sentido, de lo cual no se había percatado. Agradeció el gesto y se sintió solo en aquella calle traficada y donde se percibía el pánico. Corrió hacía el restaurante más cercano, sin dar explicaciones, entró al baño y se encerró.
            Necesitaba respirar. Necesitaba estar realmente solo. Necesitaba pensar. Tomó en sus manos un poco de agua y se la echó sobre la cara. A través del espejo que lo reflejaba, vio, de nuevo, a aquel hombre. Al que se le había presentado como Alceo. Volteó impresionado y alguien tocó la puerta. Abdiel quiso abrir y huir de ahí, pero la complaciente voz de Alceo, lo detuvo.
– Estoy seguro que ahora me crees – expresó –. Lo que le pasó a esos hombres, es lo mismo que le sucedió a tu padre.
– ¿Qué es lo que está pasando? – cuestionó Abdiel.
– El Ignotum se ha esparcido por las redes – explicó –. Al parecer, al usar el Internet como canal, hizo de alguna manera se comportara como un virus convencional. Lo extraño es que no ataca a cualquiera, solo a un tipo de personas.
– ¿De qué tipo de personas estamos hablando? –.
– Eso es lo que no sabemos aún – dijo con desanimo –, pero estamos seguros que existe un patrón.
El sonido de la puerta fue acompañado por una voz que pedía entrar. Abdiel quería seguir escuchando, pero ya había tardado demasiado tiempo y, nervioso, se dispuso a marcharse.
– ¡Espera! – lo detuvo Alceo –.  Tienes que ayudarme. Sólo tienes que descubrir cuál es ese patrón.
– ¿De esa manera se terminará todo?
– Lo intentaremos, pero sino funciona: vas a tener que morir.







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